jueves, 19 de julio de 2007

LA MALDICIÓN DE LA ESCALERA

Vaya, voy a empezar a creer que realmente conseguiría hacer crecer un enano. No, no, no es que exagere ni haya perdido la cabeza. Al contrario, parece que lo de "cuanto más imposible sea, mejor" se ha convertido en mi himno vital. Y para muestra un botón.

Hoy tuve la feliz idea de volver a desgraciar una parte de mi grácil anatomía en las escaleras de la panadería. Tal parece que esas escaleras están gafadas para mí. En esta ocasión, el dedo meñique de mi diminuto pinrel, fue el elegido para rendir tributo a la maldición. Yo subía cuando de repente, zas, va mi dedo y se espachurra contra el borde del escalón. Yo empiezo a ver estrellitas, me mareo mientras entono una horrrible cantaleta de herejías y trato de mostrar que aquí, no ha pasado nada cuando en verdad, si ha pasado, tal y como demuestran los lagrimones que se escurren por mis mejillas. El resultado ha sido que he terminado con un dedo como una berenjena por el color y la forma y la terrible sospecha de que si no me lo he roto, poco le debe faltar. Tendré que esperar al diagnóstico médico para arrojar sapiencia sobre mis lúgubres pronósticos.

Ahora me voy al hospital con mi señora madre y mi hermana que no paran de rezongar cual Pepito Grillo alabando mi especial talento para ser un auténtico pato mareado.

2 comentarios:

Mercy27 dijo...

Amiga, como solemos decir en territorio Azteca: necesitas una limpia...
Cuidate mucho, mira que aún nos quedan muchos viajes por hacer.

Raquel dijo...

¿Y no será un mal de ojo?
Cuídate.
Te perdí la pista por despiste. La reencontré gracias a Chico Gris.
Un beso.