sábado, 25 de agosto de 2007

JUSTICIA POÉTICA

Esto de estar soltera, de vez en cuando, te da gratas alegrías. Y es que, tras aguantar las miradas de "tú no puedes entenderme" y escuchar los comentarios compasivos que semejante san benito despierta, una no puede contener su vena vengativa y cruel. Y la verdad, es que no me da la gana hacerlo.

Todo empieza una tarde cualquiera. Suena el celular y al otro lado de la linea está tu amiga...llamémosla Pepita, llorando a moco tendido porque su..., llamémosle Manolo, ha terminado con ella. Entre hipo, lagrimones y moqueo, logras semientender que Manolo se fue a por tabaco y tras unas breves explicaciones, juró no volver. Y ahí esta Pepita con el corazón roto, la necesidad de repartir la hipoteca o perder el piso, e ingresando en el horrible gremio de la soltería. ¿Qué va a hacer ella sin Manolo? ¿Quién va abrir el bote de la mermelada? ¿Quién va a clavar los clavos? ¿Quién va a exterminar las arañas? ¿A quién arrastrará en sus tortuosos peregrinajes en pos de un vestuario nuevo? ¿Quién la ayudará a decidirse entre el yogurt natural o el yogurt natural azucarado?...y un largo etcétera de preguntas imbéciles que sólo tienen una respuesta: tú misma. Eso es lo que hacemos LAS SOLTERAS. ¡Bienvenida al club! Porque al fin y al cabo, lo bueno que tenemos nosotras las solteras, es que no somos rencorosas y siempre estamos dispuestas a admitir a un nuevo miembro en nuestras filas. Y si nos reímos de ciertas cosas, es porque aún no hemos perdido el sentido del humor y tenemos memoria de ordenador para recordar años de miradas y comentarios.

Así que, proclamo a los cuatro vientos, que me alegro de ciertas desgracias amorosas ajenas. ¡Qué grande es a veces la Justicia Poética!