jueves, 10 de enero de 2013

28 DE DICIEMBRE

Transcurría el día 28 de diciembre cuando servidora se encontró con una singular noticia propia del día. Según pude leer con estos ojos que Dios me dio, y la ciencia médica arregló, el Museo del Prado, en su calidad de guardián, custodio y expositor del arte plástico patrio, había decidido trasladar a sus instalaciones el “Ecce Homo” restaurado por la abuelita Cecilia.
Obviamente, la lectura me produjo un incontenible ataque de risa por diversos motivos. El primero fue pensar en la decepción de los responsables del chiringuito que se ha montado en Borja, lugar de peregrinación para los fans del descalabro. Me los imaginaba llamando a la abuelita Ceci para pedirla que por favor, destrozase algo más del patrimonio. Y como el objetivo sería lograr un mayor bombazo que el anterior, esta vez la obra a “restaurar” tendría más enjundia. Total, qué más da una pintura más o menos si la rentabilidad es tan alta y pegarse la gran vida sin consecuencias tan fácil. ¡Ayyy…! ¡Olé, olé y olé! ¡Qué pedazo fichaje han hecho esos tíos de la agencia de publicidad! Todos los negocios de este país deberían tener una abuelita Cecilia. Seguro que salíamos de la crisis.

Acto seguido me fusiló la idea de ver el “Ecce Homo” junto a alguno de los cuadros de Velázquez. O mejor aún, junto a “la Duquesa de Chichón” de Goya, por aquello de darle a la puesta en escena un toque a lo Disney. ¡Qué arte! Sí, señoras y señores, aplaudan.

Lo tercero que pensé fue en todos esos trozos de historia que el Museo del Prado almacena en sus bodegas. O en los que como hijos enviados a un internado sin vacaciones, esperan que se acuerden de ellos en la pared de algún otro museo. Y todos ellos rezando -a saber a qué sordo santo- para que hagan la tan mentada obra de ampliación y poder volver a su casa. ¡Ah, se siente! Aquí sólo da para lingotes de oro y cuentas en Suiza. Al patrimonio histórico artístico que le vayan dando.

¿Alguien tiene a mano un pañuelo? Con tanta carcajada se me saltaron las lágrimas y amenazo inundación.

Si es que, se mire por donde se mire, aquí siempre es 28 de diciembre.