lunes, 19 de julio de 2010

LA REEDICIÓN DE MI PRIMER CONCIERTO



Mi primer concierto fue uno de Loquillo y Los Trogloditas. Aún no tenía edad para asistir por mi cuenta a concierto alguno, pero la ventaja de tener primos entre una y dos décadas mayores que tú, es que les puedes usar como niñeras. Así que mi dos primas de generación y yo, lloramos y suplicamos a nuestros primos mayores para que nos llevasen. Y sí, pillamos. Y sí, fue genial y nunca lo olvidaremos. Fue un concierto sensacional en mitad de un verano aún más sensacional.

El caso es que el pasado viernes, las conjunciones planetarias me sonrieron y volví a ver, un par de décadas después, a Loquillo en concierto. Y sí, fue tan genial como la primera vez. Brinqué, canté, grité, segregué toneladas de dopamina (y demás -inas) y me lo pasé tan bien como hacia tiempo no me lo pasaba. Y es que a veces, las segundas partes son muy buenas.

jueves, 15 de julio de 2010

BESOS




Hablemos de besos. De besos inolvidables que uno va atesorando a lo largo de la existencia. Algunos, besos felices, otros, besos desgraciados, besos de amor, de amistad, de lealtad, de deseo... Y es que, en un simple gesto de nuestra boca te pueden regalar el cielo o el infierno.

El primer beso de mi colección me lo regaló mi tía abuela tras sufrir un fatídico accidente. Iba en mi bicicleta cuesta abajo, cuando tuve a bien empotrarme contra una pared. El castañazo fue considerado y proporcional a la velocidad que llevaba, que no era poca. Yo estaba inconsolable, jurando por mi mala suerte, hasta que los mimos de mi tía me sosegaron.

El segundo lugar lo ocupa un beso que me dio un ex novio en una Noche Vieja de un año cualquiera. Fue un beso cargado de recuerdos y desesperanza por todo lo que tuvimos, por lo que podríamos haber tenido y por lo que, gracias a Dios, jamás tendríamos.

El tercer puesto es para toda una colección de besos. Los que repartí y recibí de mis compañeros, profesores, y para siempre amigos, del Taller de Escritores en el momento del cierre. Terminábamos un ciclo estupendo al que irremediablemente teníamos que decir adiós. Fueron besos de nostalgia, lealtad y amistad entre los miembros de un mismo clan obligados a dispersarse.

El cuarto aconteció tras la extirpación de mis amígdalas. Andaba en mi más tierna infancia, (4años), y unos señores y señoras malos, vestidos de verde como los alienígenas, me llevaron a una sala fea donde me introdujeron un aparto enorme, (que mantenía mi boca tan abierta como la de un león del Serengeti), y me seccionaron dos canicas asquerosa y repugnantes que se empeñaban en enseñarme, insistentemente, como si se tratasen de una maravillosa obra de arte. Yo estaba aterrada. Así que, cuando me devolvieron junto a mis progenitores, berreando hasta la deshidratación, me aferré como una lapa a la roca de sus brazos y de sus besos.

El quinto beso de mi recuerdo me le dio mi hermana cuando regresó a vivir a casa. Y es que, por más que a veces despotrique por sus ocurrencias, cuando no está, la extraño. Añoro nuestras conversaciones sobre lo divino y lo humano, nuestras tardes del dolce fare niente, nuestro horror vacui y hasta sus etapas temáticas. Y sí, fue un beso amargo y buscador de refugio, pero a mí y a mi yo egoísta nos supo a reencuentro y felicidad.

He seleccionado cinco besos y los he numerado. Pero puede que más tarde recuerde otros. O que invierta el orden que les he dado por simple capricho de la memoria y de las musas. Pues de lo único que estoy segura, es de que aún me quedan demasiados besos por sentir.

sábado, 10 de julio de 2010

BANDERAS AL VIENTO




Yo soy de la generación de la Transición, y al igual que al resto de mis compañeros generacionales, me lavaron el cerebro con mensajes de libertad y democracia para la España que comenzaba en aquella época.
En aquel entonces, y con el poco uso de razón que tenía, ya hubo algo que me chocó: la aversión que sentía la gente hacia nuestra bandera. Máxime, si lo comparábamos con la pasión que por la suya sentían los americanos y el resto de los países europeos.

Entre mis primeros recuerdos, está una costumbre familiar extraña y mal vista por la gente de nuestro entorno. Y es que desde hace varias generaciones, siempre que se celebran las fiesta de San Pablo, patrono de nuestro pueblo, en mi casa los dos balcones se engalanan con sendas banderas de España. Ni os cuento lo coloridas que estaban tras el paso de los años y de los lavados antes de ser sustituidas por unas nuevas. El rojo parecía marrón, el amarillo, blanco, y del escudo, apenas quedaba una sombra que había casi que imaginar. En mi familia, supongo que al igual que ocurrió en todas las familias españolas de la época hubo gente de los dos bandos. El más sensato de todos fue mi abuelo materno, quien desertó empujado por el dolor y la indignación que le producía tener que matar a cualquier amigo o familiar. Pero el caso de mi abuelo era una excepción. Y es que por muy progresistas y rompedores que quisieran parecer, nuestros abuelos y nuestros padres llevaban marcado a fuego la guerra y la dictadura. Aún hoy, no se lo han sacudido y francamente, no nos engañemos, jamás lo harán.

Pero mi generación y la siguiente somos otra historia. Prueba de ello, es lo que viene pasando desde que la selección Española de Baloncesto ganó su primer Mundial. Ahí es donde se abrió la veda para nuestra bandera. Los siguientes títulos logrados por los chicos del baloncesto y la Eurocopa lograda por los de la Selección de Fútbol remataron la faena. Así que no veo por qué habríamos de extrañarnos con lo que pasa ahora que estamos a un partido de ser campeones del mundo en fútbol. Nunca en la historia reciente de este país, se vio a la ciudadanía volcada en un sentimiento de unidad patrio. Banderas, camisetas, gorras y todo tipo de merchandaising rojigualdos colorean nuestra geografía.
¿Y los nacionalistas? Pues están que trinan. Entre el colorido, los cánticos del "Yo soy español, español, español..." y ciertas declaraciones de deportista nacidos en dichas Comunidades, se les descalabra el negocio.
La manifestación de protesta por la sentencia del Constitucional al famoso Estatuto catalán está siendo muy concurrida. Pero habrá que ver cómo están las calles de toda Cataluña y las del resto de nuestras Comunidades, cuando la Selección de Fútbol gane mañana el Mundial. A ver si se enteran nuestros políticos de lo que piensa la inmensa mayoría de los ciudadanos y dejan de alentar los temas obsoletos y personales con los que viven obsesionados.

viernes, 2 de julio de 2010

¡SALVADNOS!

En mi facebook, el Mundial está que echa humo, aún más desde que Brasil fue eliminada. Y es lo que tiene tener amigos transoceánicos, se despepitan por el fútbol. Vive Dios que yo no soy nada futbolera, pero cuando juega La Roja, saco a la forofa que llevo dentro.

Aunque para ser justos, este Mundial lleva un aliciente que, para mi más absoluta incomprensión, desata el morbo de la gente. ¡Qué le voy a hacer! Debo de ser de las pocas que prefieren ahorrarse el trauma de ver a Maradona en pelota picada si Argentina gana el Mundial. Afortunadamente, Dios será misericordioso y hará que nuestra Roja me evite el trauma. Es una predicción de La Pitonisa y se está jugando su prestigio en ella. La Insoportable, La Sombra, La Guardina de la Sangría y yo creemos fielmente en su augurio.

PD:¡Por lo qué más quieras Jefe, sálvanos de semejante atentado contra la vista!