miércoles, 25 de junio de 2008

LAS CANARIAS, ESE NUEVO PAÍS.

No sé si será porque soy una inocente o porque realmente es alucinante. El caso es que está mañana me quedé como una mema de sobresaliente en mitad de la oficina de correos. Iba yo feliz embarcada en mi nueva aventura con el sobre bajo el brazo, cuando la joven de correos me suelta que para mandar un paquete a Las Canarias, hay que hacer una declaración para la aduana. Primero me asusté pensando que la antigüedad me había atropellado, pero no. ¡Qué va! Mi capacidad auditiva no ha mermado. Lo que ha crecido es la memez en este país de burócratas cretinos que hacen, que el simple hecho de enviar una carta, se convierta en una odisea.
Y ahí estaba yo, frente al papel verde que declara lo que va en el sobre y el valor que tiene. Y es que si una no rellena bien el dichoso papelito, los de ese país extranjero (creo que es España, pero no me hagáis mucho caso) te devuelven el envío. No vaya a ser que lo que uno envíe, sea un arma de destrucción masiva que aniquile la flora y fauna de las islas. ¡Ay qué joderse!

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