domingo, 4 de mayo de 2008

FUERA DE LUGAR

A veces, de repente, la vida te convierte en un bicho raro de laboratorio. Así que así, de golpe y porrazo, te han drogado con éter y empieza la tortura. Los motivos para aguantar convertirte en conejillo de indias pueden ser de lo más diversos. Cada quien que elija el suyo, al fin y al cabo, todos se engloban bajo la etiqueta de ser políticamente correcto.
Lo malo de ser cobaya, es que por mucho que uno perdone, es una experiencia que jamás se olvida. ¿La razón? Pues es bien sencilla. La sensación de exclusión perdura y uno comienza a preguntarse si no debe romper con todo y decir adiós al grupo al que pertenece.
Y es que los bienintencionados científicos no deberían olvidar, que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"... y decir adiós al grupo al que pertenece..." vas a abandonarme???
No me digas eso que menuda semanita llevo.
Mañana te llamo y me concretas.

Ray Rudilla dijo...

Cuanta razón llevas.
Lo peor de todo es cuando, en un momento dado, uno se para a pensar si realmente es un bicho raro.
¡Que les den! (me dije en su momento)
Saludos cordiales