lunes, 1 de octubre de 2007

UNA DAMISELA EN APUROS

Nunca he sido de esas chicas de grito fácil. Es más, entre mis amigos y conocidos tengo fama de cazadora. Así que, siempre que estoy a mano y se presenta la urgencia, oigo las llamadas de auxilio de todo quisqui para matar a la araña, cucaracha, lagartija o insecto de turno. Pero cuando se trata de ratones o serpientes, mis gritos se escuchan en todo el planeta. Entonces pierdo los papeles y me comporto como una auténtica, pusilánime y ridícula damisela en apuros. Lo cierto, es que, pese a vivir en el campo, no me veo en semejante trance con demasiada frecuencia. Pero de vez en cuando, es inevitable que algún ratón sacado de los libros de Beatrix Potter se cuele en casa.

Era jueves por la noche. Mi hermana y yo nos lo estábamos pasando en grande viendo la Jungla (lo confieso, me pirria MacClane). El tipo estaba ahí, como siempre, persiguiendo a los malos con el cuerpo machacado y teñido de sangre. Vamos, el héroe en todo su esplendor de testosterona bajo nuestra atenta y nada santa mirada. Cuando súbitamente, aparece por sortilegio, un nuevo y entusiasmado televidente. ¡UN RATÓN! Mi hermana se sube al sofá mientras yo me trepo sin vergüenza ninguna sobre la mesa del ordenador. El fulano escucha los aullidos de terror, nos mira y se esconde bajo el sofá. Mi hermana se queda paralizada hasta que involuntariamente sale de mi boca:

- Tata, el ratón puede trepar al sofá.

En los siguientes minutos se desata la guerra. El cepo está armado y nosotras pertrechadas con una escoba vieja y encaramadas a un par de sillas para poder seguir viendo las peripecias de MacClane con un ojo puesto sobre el roedor. El muy maldito se dedica a roer el queso manchego con el que decidimos agasajarlo (un último deseo antes de estirar la pata) y a pasear tan campante por el cepo y sus aledaños. Para entonces, tenia toda nuestra atención y de los padecimiento de MacClane ya ni nos acordábamos. Al fin y al cabo, nosotras teníamos nuestro pequeño terrorista con el que lidiar y estaba resultando realmente difícil de matar. Los minutos pasaban y cada vez, estaba más nerviosa. Estaba sudando tinta y mi hermana rechazaba todas mis ofertas.

Alegoría
Y si despertamos a nuestro hermano y que lo mate.


Hermana
No. Se levanta en cuatro horas. Si le despertamos, nos lleva a las 4am a hacer pan con él.

Alegoría
Tienes razón. Llamemos a nuestro otro hermano. Total en 5 minutos está acá.

Hermana
Esa, tampoco es una buena idea. No son horas de llamar a casa de nadie. Y además, nuestra cuñada pondrá el grito en el cielo. No vamos a provocar un cisma familiar por un ratón.

Alegoría
La culpa la tienes tú por no tener un novio al que podamos llamar pidiendo auxilio.

Hermana
Le dijo la satén al cazo.

Para entonces, MacClean ya se había cargado a los malos, nosotras huimos aterradas del lugar y rezamos para que Dios tendría a bien dar por concluidos los días de nuestros ocupa. Tras una nada reparadora noche de pesadillas con roedores invadiendo mi casa, me levanté para ver como mi hermano daba santa sepultura en la basura al indeseado visitante. Lamentablemente, aún tenía que pasar el trago de llevar el cadáver hasta a basura. Y con él, mis ganas de desayunar. Definitivamente, para esos casos necesito un MacClean en mi vida.

3 comentarios:

Raquel dijo...

¿Y no hubiera sido más fácil abrir la puerta y empujarlo con la escoba? Aiiiinssss, XDDDD Un beso

Alegoria dijo...

No, me temo que esa, no hubiese sido la solución.

Mercy dijo...

Alegoria: recuerda que a la cenicienta a ayuradó un grupo de ratones. No deben ser tan malos después de todo