Soy de esas personas a las que en general, le gusta la Navidad. De hecho, lo que no me gusta de ella, es la comida. Y todo gracias a la manía que tiene mi señora madre de cocinar para medio planeta. Pollo, caracoles, almejas, langostinos, pescado en salsa, jamón, anchoas y patés varios han acabado con mi buena salud digestiva. Mi estómago protesta y grita como un condenado. Pero tratándose de mi madre y la limpieza de tarteras no hay pero que valga. Así que habrá que reunir valor y afrontar los próximos 5 días de sobras. Menos mal que se inventó el orujo.
1 comentario:
Por este lado del charco sucede el mismo fenomeno, sólo que la cuestión culinaria es diferente, pero durante una semana completa, después de las mencionadas festividades, hay que dedicarse a eliminar los restos de comida hasta que no veamos nada dentro del sarten...
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