La vida supera a la ficción tan a menudo, que a veces me siento como si estuviese viendo una película. Para muestra, este fin de semana. Empecé el viernes con la noticia de la boda de unos amigos para el próximo año. Hasta ahí bien. Tengo modelos de boda de sobra para cubrir el evento. Sólo tengo que ahorrar para el regalo. Aunque bien podían haberse decidido antes y hacerme ganar la apuesta que hicimos sobre el tema antes de mi periplo por tierras americanas. En fin, otra vez será. Al fin y al cabo, lo importante es participar y la apuesta estuvo de lo más emocionante.
Lo malo comenzó cuando tras largos meses de silencio, me llaman dos amigas interesadas en quedar con servidora. Tengo que admitir que pertenezco al género de las mal pensadas y tanto interés, según mi perversa mente, sólo podía obedecer a dos motivos:
1- Dos nuevas criaturas venían al mundo.
2- Dos nuevos casos engrosarían las estadísticas de divorcios en nuestro país.
Quedé con la primera el sábado. Resultado: divorcio tras 4 meses de matrimonio. Vamos, que tarde yo más en encontrar un modelito adecuado para el evento, que ella en hacer las maletas para Australia. Así que a lo Bogart en "Casablanca", diré que siempre me quedará Australia.
Con la segunda quedé el domingo. Resultado: separación en fase de divorcio y un mundo de nuevos amantes por explorar. Lamentablemente, no se va al otro lado del mundo. ¡Con lo que me gusta a mí viajar!
Y es el amor, es tan caníbal como el parchís, comes una y cuentas veinte.
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