jueves, 25 de octubre de 2007

UN NUEVO ANIMAL DE COMPAÑÍA

Mi perra tiene depresión. Todo comenzó cuando mi padre comenzó a desmantelar lo que hasta entonces había sido su hogar: la cuadra. Primero desaparecieron los búfalos de mi primo, luego los caballos y más tarde las gallinas. Y con ellos, todo el mobiliario y enseres hasta que aquello quedó reducido a un local vacío.
Al principio, el asunto no nos preocupó demasiado. Al fin y al cabo, nunca es fácil adaptarse a los cambios. Pero cuando el pobre animal empezó a lloriquear cada vez que nos veía, empezamos a preocuparnos. Así que decidimos traerla a vivir con nosotros a casa. Y se ha adaptado de maravilla. Ya no brinca el muro para fugarse ni me destroza las plantas del jardín. Ahora toda nuestra preocupación, es salir de casa con precaución porque la muy zalamera, ha convertido el felpudo de casa en su cama y no hay poder humano ni divino que la haga cambiar de lugar.

domingo, 21 de octubre de 2007

SIN MUSAS

Siempre he creído que la mejor manera de convocar a las musas es sentarse frente a la página en blanco y escribir. Pero últimamente, estoy empezando a replanteármelo porque por más horas que paso frente a la computadora, las musas no aparecen.
Tengo dos nuevos retos y estoy en blanco. Las ideas fluyen pero se escurren raudas y veloces antes de materializarse... ¡Mierda, porras, por el derrape de los caracoles! ¡¿Qué he hecho yo para merecer esto?! ¡Volved de donde quieras que estéis y con quien quiera que estéis!

jueves, 11 de octubre de 2007

EL OESTE

Siempre que puedo permitírmelo, me gusta pasear por la sección de DVD de cualquier centro comercial en busca de películas para mi colección. Mis dos últimas incorporaciones las adquirí el lunes ante la atónita mirada del dependiente. El tipo era un chaval joven y agraciado, pero un tanto prejuicioso. Y las películas, dos westerns: "El fuera de la ley" y "Sin perdón" (dos claros ejemplos de mi debilidad por el western en general y por Eastwood en particular). Está fue más o menos nuestra conversación:

DEPENDIENTE
¿Las envuelvo para regalo?

ALEGORIA
No, gracias. No te molestes.

DEPENDIENTE
Si no es molestia. Además, a los hombres también nos gusta abrir regalos.

ALEGORIA
Ya, pero es que son para mí. Me encantan estas pelis.

DEPENDIENTE
(ALUCINADO) Pues eso si que es raro. Perdón, no quise decir que seas rara. Simplemente es que las tías no compráis este tipo de pelis...violentas y eso...

lunes, 1 de octubre de 2007

UNA DAMISELA EN APUROS

Nunca he sido de esas chicas de grito fácil. Es más, entre mis amigos y conocidos tengo fama de cazadora. Así que, siempre que estoy a mano y se presenta la urgencia, oigo las llamadas de auxilio de todo quisqui para matar a la araña, cucaracha, lagartija o insecto de turno. Pero cuando se trata de ratones o serpientes, mis gritos se escuchan en todo el planeta. Entonces pierdo los papeles y me comporto como una auténtica, pusilánime y ridícula damisela en apuros. Lo cierto, es que, pese a vivir en el campo, no me veo en semejante trance con demasiada frecuencia. Pero de vez en cuando, es inevitable que algún ratón sacado de los libros de Beatrix Potter se cuele en casa.

Era jueves por la noche. Mi hermana y yo nos lo estábamos pasando en grande viendo la Jungla (lo confieso, me pirria MacClane). El tipo estaba ahí, como siempre, persiguiendo a los malos con el cuerpo machacado y teñido de sangre. Vamos, el héroe en todo su esplendor de testosterona bajo nuestra atenta y nada santa mirada. Cuando súbitamente, aparece por sortilegio, un nuevo y entusiasmado televidente. ¡UN RATÓN! Mi hermana se sube al sofá mientras yo me trepo sin vergüenza ninguna sobre la mesa del ordenador. El fulano escucha los aullidos de terror, nos mira y se esconde bajo el sofá. Mi hermana se queda paralizada hasta que involuntariamente sale de mi boca:

- Tata, el ratón puede trepar al sofá.

En los siguientes minutos se desata la guerra. El cepo está armado y nosotras pertrechadas con una escoba vieja y encaramadas a un par de sillas para poder seguir viendo las peripecias de MacClane con un ojo puesto sobre el roedor. El muy maldito se dedica a roer el queso manchego con el que decidimos agasajarlo (un último deseo antes de estirar la pata) y a pasear tan campante por el cepo y sus aledaños. Para entonces, tenia toda nuestra atención y de los padecimiento de MacClane ya ni nos acordábamos. Al fin y al cabo, nosotras teníamos nuestro pequeño terrorista con el que lidiar y estaba resultando realmente difícil de matar. Los minutos pasaban y cada vez, estaba más nerviosa. Estaba sudando tinta y mi hermana rechazaba todas mis ofertas.

Alegoría
Y si despertamos a nuestro hermano y que lo mate.


Hermana
No. Se levanta en cuatro horas. Si le despertamos, nos lleva a las 4am a hacer pan con él.

Alegoría
Tienes razón. Llamemos a nuestro otro hermano. Total en 5 minutos está acá.

Hermana
Esa, tampoco es una buena idea. No son horas de llamar a casa de nadie. Y además, nuestra cuñada pondrá el grito en el cielo. No vamos a provocar un cisma familiar por un ratón.

Alegoría
La culpa la tienes tú por no tener un novio al que podamos llamar pidiendo auxilio.

Hermana
Le dijo la satén al cazo.

Para entonces, MacClean ya se había cargado a los malos, nosotras huimos aterradas del lugar y rezamos para que Dios tendría a bien dar por concluidos los días de nuestros ocupa. Tras una nada reparadora noche de pesadillas con roedores invadiendo mi casa, me levanté para ver como mi hermano daba santa sepultura en la basura al indeseado visitante. Lamentablemente, aún tenía que pasar el trago de llevar el cadáver hasta a basura. Y con él, mis ganas de desayunar. Definitivamente, para esos casos necesito un MacClean en mi vida.